¿Te acordás, hermano…? El lecherito

Por Rosa Adaro

Aún caminan por las calles del barrio Parque Chacabuco viejos vecinos llevando en su mente un valioso cofre de recuerdos, capítulos con varios decenios de ricas historias que fueron resguardando en el transcurso de sus vidas. De cuando deambulaban por estas calles,  jugaban en el parque o miraban desplazarse los barquitos en la fuente de los sapitos, o se trepaban en el puma, o corrían para llegar a las hamacas o se deslizaban por el tobogán. Anécdotas que relatan  con toda sencillez, sin darse cuenta de que son la historia misma de este territorio que los vio nacer, crecer, enamorarse, formar su familia, hoy tal vez numerosa... 
Estamos reunidos con un    antiguo habitante: Juan Grillo, el  lecherito, como gusta ser llamado, caminante incansable, apasionado por este espacio de la ciudad,    rememorando el pasado y  buscando las transformaciones. Sentado frente al grabador espera, muy dispuesto, como cumpliendo un sueño       acariciado desde hace tiempo, y cuenta:
 Mi familia llega de Italia en 1790; mi bisabuelo, en realidad, no se afinca, permanentemente va a su tierra y vuelve. Mi abuelo, en l870, se instala en Puán y Zañartú, Loma de Zaccarello, levanta un galpón, la casa es de madera   construida  sobre pilotes del mismo material para enfrentar las inundaciones que se producen en épocas de lluvia. La corriente de agua formaba   arroyos que socavaban dejando barrancas muy altas donde en   muchas oportunidades caían     animales, que perdían la vida. Era esta una zona muy pobre y        deshabitada con importantes     extensiones vacías.
Concurrí a la escuela de la calle Zelarrayán, que funcionaba en tres turnos; yo asistía al turno intermedio, de 11 a 14. Inicié el primer grado inferior en 1931. Los primeros días hacíamos los palotes, los que me salían muy bien; los conocía ya por mis hermanos   mayores. En     primero superior me gustaban las horas de matemática. No recuerdo con exactitud si ya en cuarto grado trabajábamos con unos libros, a los que llamábamos libretas, de unas para  20 o 30 hojas, para historia y geografía por separado. El libro de lectura de ese año se llamaba “Proa”. Para los actos escolares nos enseñaban canciones patrias y en los actos se presentaban bailes; recuerdo el “cuando”. Tengo    presentes los nombres de muchos de mis  compañeros, y guardo una foto del grupo donde tuve la     precaución de anotar los nombres de  cada uno. A los 12 años       comencé a trabajar. Salía de la  escuela, y de allí directamente al trabajo. Me inicié con don José Donadío, lechero con asiento en Puán 1470. La leche venía del campo por tren, la esperábamos en la estación Bella Vista, después en Caballito. La retirábamos en carros tirados por caballo. De esto tengo una anécdota: en aquel entonces para conducir un carro se requería tener 18 años y contar con el registro de conducir. Yo iba en mi carro pensando en la importancia del trabajo y el beneficio de hacerlo bien. De pronto un policía de la seccional l2a. me detiene, solicita el registro; en ese momento tomo conciencia de lo que me ocurría. Al no presentar el registro debí seguirlo hasta la comisaría;       notificaron para que se presentaran mi papá y el patrón. Papá pudo retirarme, no sin antes haber pagado el patrón  la multa correspondiente.
Cuando la escuela “Niñas de Ayohúma” funcionaba en Santander al 1500, diariamente entregaba la leche. Un año, para el “Día del Trabajador”, me invitaron al acto y recibí  de regalo un libro como estímulo por no haber faltado nunca..
En la escuela y en casa nos enseñaron la importancia del    ahorro; tenía un buzón alcancía y en ella iba guardando mis ahorros. En el año 1947 había logrado   juntar dos mil pesos. ¡Qué         felicidad! Sabía que podría seguir solo en la industria lechera; con ese dinero compré un carro.
Castiglione era primer         bandoneón  de Miguel Padula. En 1933 me da clases; cuando juzgó que ya estaba preparado me             invitaba para cubrir las ausencias y así toqué en la “Munich” de Boedo y San Juan.
En nuestro barrio vivió el dúo cómico de Radio Belgrano       Bono-Striano; Bono, en Picheuta; mientras permaneció en ese      domicilio yo le proveía la leche. Ensayaban  antes de ir a la radio en Emilio Mitre 1415.
Son inolvidables las noches de serenata. Salíamos en   grupo y a veces llevábamos el  piano, a pulso o en carro según la distancia.
En los terrenos que hoy ocupa el Barrio Simón Bolívar, los     hermanos Delbene tenían el club “Federal”, todo  el barrio acudía a los bailes de Carnaval. La familia Pugliese estaba compuesta de   actores. El apodo “El Chivero” provenía del trabajo del padre, que me enseñó a tocar las castañuelas con dos cucharas. Las usaba en los bailes del “Federal”. Me parece escuchar aún las melodías de los corridos, foxtrots y pasodobles.
Estos recuerdos me remontan a los años 1933/1934.
Ahora me van a permitir hacer un paseo por la avenida Asamblea de entonces.
En la esquina de José María Moreno, en la planta alta del actual “Pizzicato”, vivía el doctor Pintos, reconocido odontólogo, que tuvo allí su consultorio de 1928 a 1930.
En Asamblea y Cachimayo, donde hoy está “Pópolo”, se     encontraba el café “Covadonga”.
La fábrica de dulces “La     Gioconda”, en Asamblea 679/81; por Centenera 1264 entraban y salían los camiones de reparto. En sus comienzos estuvo manejada por su dueño y pasó más tarde a sus sobrinos.
Siguiendo por Asamblea, en el número 713, al lado del cine “Asamblea”, hoy Banco de la   Provincia de Buenos Aires, la    pizzería “El Ciclón”, y en el 707 una zapatería de un árabe llegado en los años 30.
En el 802, donde está ahora la inmobiliaria “Cosenza”, se        encontraba  “Casa Beige”. En el 825 la panadería “Chacabuco”, que por los años 20 pertenecía  a un español de apellido Muiño. En el 827 la pizzería de Cavanini,      jugador de fútbol de San Lorenzo. La bombonería Bono-Striano, en el 828, sociedad integrada por el dúo cómico; Bono debió pagar con prisión el asesinato de su amante.
En el 838 la joyería  Galasso, y en el 840 un club de box dirigido por el boxeador  Ostuni.  En el 946 se encontraba la tienda “La Fe” y en el 956 la zapatería “La Condal”.
“Bonafide” inauguró su local el 11 de abril de 1942, en Asamblea 836. En la calle Faraday, antes de llegar a Avelino Díaz, Aurora    Dátola, concertista del Teatro   Colón, tenía su conservatorio, y en el 1469 estaba el odontólogo    doctor Cisneros. El último farolero vivió en Emilio Mitre 1425.
En Zuviría tenía tambo        Carmelo Aiello, padre de         Francisco, también lechero, en Santander al 1100.



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