La historia del tango se ha escrito en torno a mitos, verdades de culto, impuestas y aceptadas por todos.
Lo cierto es que muchas de ellas son de dudosa veracidad o al menos muy cuestionables cuando hurgamos el pasado en busca de pruebas que las respalden.
El presente artículo carece de la intención de derribarlas. Tampoco generar polémica ni herir susceptibilidades; la idea es aportar mostrando una mirada menos conocida y reflexionar sobre las mismas.
Está instalada la versión de un origen en cuna “Non sancta”, ligado a los prostíbulos, academias, peringundines y a los ambientes marginales. Esta versión se sustenta en diferentes razones o antecedentes: una de estas razones, que avalaría dicho origen, son los títulos de los tangos de principio del siglo XX. En muchas ocasiones estos títulos son procaces, sicalípticos, con dobles intenciones, groseros… “Los tangos tienen títulos soeces, ergo, su origen es prostibulario”. He aquí algunos de ellos y sus autores (sólo algunos, ya que son muchos):
Tocámelo que me gusta (Prudencio Muñoz); Afeitate el 7 que el 8 es fiesta (Antonio Lagomarsino); La C...ara de la L...una (Manuel Campoamor); Viejo, encendé el calentador (J. L. Bandami); Hacele el rulo a la vieja (Ernesto Zoboli) y muchos más del mismo tenor…
Antecedentes y elementos a tener en cuenta.
En primera instancia, dichos tangos son en su mayoría instrumentales. El tango canción llega mas allá de 1916. Y si tenían letra, los tangos finiseculares, en general eran de tipo costumbrista. Años más adelante poetas tomaron la música de estos tangos primeros y les inventaron letras. Hay mucho escrito por los estudiosos de la música y de los músicos mismos, acerca de si la música puramente instrumental puede transmitir ideas preestablecidas fijas y unívocas, o si por el contrario lo que trasmite queda librado al sentir del oyente. Inclusive hay escuelas musicales (principalmente dentro de la “música Clásica Europea”) que apoyan y desarrollan su arte dentro de una u otra de estas dos corrientes o formas de pensar. Tomemos un ejemplo. Si yo escuchara “La Primavera” de A.Vivaldi y nadie me dice que es una de las cuatro estaciones ¿yo sentiría que esa música hace referencia a ese período anual?... Muchas veces un autor pone un título de una obra por diversos motivos que podrían ir en un abanico de posibilidades entre: interés para que la música lleve al escucha a una idea extramusical, hasta, veces por moda y/o “marketing”…
Retomando el aspecto prostibulario, me referiré a “El Choclo”, tango de A. Villoldo. Mucho se ha dicho acerca de que el título hacía referencia al órgano reproductor masculino con doble sentido (abonando a esta teoría de orígenes oscuros). La letra que todos conocemos, “Con este tango que es burlón y compadrito/ se ató dos alas la ambición de mi suburbio…”, no tiene ningún doble sentido y es de Enrique Santos Discépolo del año 1947. La obra la estrena Villoldo allá por el año 1903 y en el año 1907 la graba el mismo Villoldo (en voz y guitarra) en Francia con una letra escrita por él mismo. Veamos si esta es la letra lujuriosa…: “Hay choclos que tienen/ las espigas de oro/ que son las que adoro /con tierna pasión, /cuando trabajando /llenito de abrojos /estoy con rastrojos/ como humilde peón...” (La letra es más larga y sigue hablando del… ¡choclo!).
Otro punto. Hacia fines del siglo XIX (1865-1914) en Rusia, Alemania, Francia e Italia arqueólogos, folcloristas, investigadores, se interesan por textos folclóricos eróticos. Publican estudios y recopilaciones en distintos países. Tenemos a Afanasyev, Krauss, París Gaston, y Pitre, entre muchos otros. Dos publicaciones son muy importantes: Anthropophyteia (Leipzig, 1904-1931), y Kryptádia (París, 1883-1911). Publicaron en esas décadas unos cuarenta volúmenes dedicados al folklore erótico en lenguas europeas. En la Argentina (también a principios de siglo XX) el antropólogo alemán Robert Lehmann-Nitsche, que trabajó en el Museo de La Plata, hace un trabajo de recopilación similar, editado bajo el nombre de “Textos eróticos del Río de la Plata”. Dentro de los cientos de textos (versos, canciones, relaciones para gatos, etc.) uno solo habla de unos músicos tocando tango, y a un par má se los podría relacionar al tango. Y a pesar de que un capítulo del libro se llama Poesía Lupanar, nada hace referencia al tango específicamente. (Es curioso que si el tango se estaba gestando en esos ambientes no lo haya notado de alguna manera…) Hay sí, muchos textos ligados a la canción criolla o folclórica. También graba en su trabajo de investigación, unos 178 cilindros con canciones populares. Cuarenta y dos son eróticas y de ellas sólo cuatro son tangos. Por supuesto que estos estudios muestran como un corpus una manifestación que en el campo de investigación, en la sociedad, formaba parte de lo cotidiano, digamos, es transversal. Es interesante también la observación que hace Gustavo Varela en el Nro 174 de “Ni a palos”, el suplemento joven del diario “Miradas al Sur”. Dice que en esa época en Buenos Aires se “empieza a hablar de sexo, algo de lo que antes no se hablaba” Se escriben tesis y tratados científicos sobre prostitución, psicopatología sexual, trata de blancas… Se baila en vals, baile de pareja enlazada…
La idea del tango ligado al burdel data de la primera década del siglo XX, aunque se fue popularizando en los años posteriores. Personajes de la cultura de la clase alta contribuyeron a difundir esta idea. Por ejemplo Leopoldo Lugones a fines de 1913 afirma: “El tango no es un baile nacional, como tampoco la prostitución que lo engendra”, “el exotismo de su danza ofrezca pertinente salvoconducto a la indecencia”, hablando de la danza dice que “ésta rezuma la coreografía del burdel, siendo su objeto fundamental el espectáculo pornográfico”, y lo liga además a los suburbios, al negro, al gaucho salvaje y “las trattorías”.
Hay publicaciones que ofrecen miradas a este cuestión, como “El tango en la sociedad porteña.1880-1920” de Binda-Lamas, “Los mitos del tango” de Brodersen, artículos de García Blaya en www.todotango.com, entre otros.
Lo que está claro a mi entender, es que en la sociedad argentina de principios de siglo “lo erótico” circulaba transversalmente las capas sociales y sus expresiones culturales. Que no era exclusivo del tango. Además, dicha supuesta filiación no hace referencia a la música en sí, giros melódicos, ritmos, es decir, lo que busca, tesis mediante, un estudio musicológico serio (que dicho sea de paso no abundan, pero los hay).
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